El mecanismo del «garrote», en su forma más evolucionada, consistía en un collar de hierro atravesado por un tornillo acabado en una bola que, al girarlo, causaba a la víctima la rotura del cuello. La muerte del reo se producía por la dislocación de la apófisis odontoides de la vértebra axis sobre el atlas en la columna cervical. Si la lesión producida aplasta el bulbo raquídeo o rompe la cervical con corte medular, se produce un coma cerebral y la muerte es instantánea. Pero esto depende en gran medida de la fuerza física del verdugo y la resistencia del cuello del condenado, y la experiencia demostró que raramente sucedía así; la muerte solía sobrevenir por estrangulamiento, resultante de una serie de lesiones laríngeas e hioideas. Múltiples casos se daban en los que se alargaba la agonía del condenado. A título de ejemplo, el informe médico de la ejecución del famoso José María Jarabo en 1958 observaba que la muerte no se había producido de forma instantánea, sino con «excesiva lentitud»; el fallecimiento se produjo a los veinticinco minutos, después de una verdadera tortura.
Salvador Puig Antich (Barcelona,30 de mayo de 1948 - Barcelona, 2 de marzo de 1974)1 fue un anarquista y antifascista español, apodado "El Metge" ("El Médico" en castellano) que formó parte del Movimiento Ibérico de Liberación, organización anticapitalista que apoyaba la agitación armada y fomentaba la lucha obrera. Fue detenido en el otoño de 1973 y condenado a muerte en Consejo de Guerra por un tribunal militar por el homicidio del subinspector del Cuerpo General de Policía en Barcelona, brigada anti-atracos, Francisco Anguas Barragán, de 24 años, durante un tiroteo que se produjo durante el operativo de su detención junto a otros miembros del MIL. Murió ejecutado en el garrote vil en la mañana del 2 de marzo de 1974. Fue el último preso ejecutado en España por este método.
Los episodios del "Mayo francés" de 1968 y la muerte del estudiante Enrique Ruano en la Dirección General de Seguridad en 1969 fueron decisivos para que Puig Antich decidiera implicarse activamente en la lucha contra la dictadura franquista. Su primera militancia sería en 1967 en las plataformas de Comisiones Obreras del barrio Sant Josep Oriol, formando parte de la Comisión de Estudiantes del Instituto Maragall. Ideológicamente, pronto evolucionó hacia posiciones anarquistas, que rechazaban cualquier tipo de dirigismo y jerarquía dentro de las organizaciones políticas y sindicales en la lucha de la clase obrera hacia su emancipación. Tras iniciar estudios universitarios de Ciencias Económicas, hace el servicio militar en Ibiza, donde es destinado a la enfermería del cuartel. Una vez licenciado, se incorpora al Movimiento Ibérico de Liberación (MIL), integrándose en su rama armada, en lucha contra el capitalismo.
Salvador Puig Antich |
Puig Antich y sus compañeros se movían con facilidad en el mundo de la lucha clandestina. Puig participa, haciendo de chófer, en las acciones del grupo, que consistían generalmente en atracos a bancos. Los botines se destinaban a financiar las publicaciones clandestinas del grupo. Crearon la revista "CIA" [Conspiración Internacional Anarquista] y la editorial "Mayo 37". También se ofrecieron para ayudar económicamente a huelguistas, pero a éstos les daba miedo recibir un dinero proveniente de los atracos. Viajaban a menudo al sur de Francia, donde se relacionaban con viejos militantes cenetistas.
El 2 de marzo de 1973 un contable de la sucursal del Banco Hispanoamericano de Barcelona resultó herido de gravedad durante un atraco perpetrado por Salvador Puig Antich, Jean Marc Rouillant, José Luis Pons Llobet y Jordi Solé Sugranyes.2 A partir de entonces la policía creó un grupo especial para desarticular esta banda. La nueva situación creó dudas y contradicciones en el seno del MIL. En agosto de 1973, en una reunión en Francia, la mayoría de sus miembros, descontentos con la trayectoria del grupo, decidieron su disolución. Sin embargo, Puig Antich, los hermanos Solé Sugranyes y José Luis Pons decidieron continuar.
En Julio de 2007, el Supremo resta credibilidad al testimonio de los dos médicos que cuestionaron las pruebas contra Puig Antich. Ni la prueba infográfica que trató de reconstruir el tiroteo en el que murió el policía Francisco Anguas, ni el testimonio de los dos médicos que cuestionaron que Salvador Puig Antich -condenado a garrote vil en enero de 1974 por esos hechos- fuera el único autor de los disparos que acabaron con su vida, han sido pruebas suficientes para el Tribunal Supremo. La Sala de lo Militar publicó ayer el auto por el que deniega a las hermanas de Antich la autorización para pedir la revisión de su condena. Dos de los cinco magistrados de la Sala, Ángel Juanes y José Luis Calvo Cabello, formularon votos particulares en los que aseguran que la autorización se debió conceder basándose en el testimonio de los médicos y en la falta de garantías del consejo de guerra que lo condenó a muerte. El tribunal considera que "no existen nuevos elementos probatorios" que puedan considerarse suficientes "para calificar como evidentemente erróneo el fallo" del consejo de guerra. Los médicos Ramón Barjau, que certificó la muerte de Anguas, y Joaquín Latorre aseguraron que vieron cinco heridas de bala en el cuerpo del policía cuando fue trasladado al hospital y no tres como se indicó en la autopsia. Para la familia de Puig Antich, eso demuestra que los disparos no provinieron sólo de su pistola y sí de la de otro de los policías involucrados en el tiroteo, ya que en el arma del condenado sólo había cuatro de las ocho balas que podía cargar, según la sentencia que pretenden anular. El tribunal resta credibilidad a esos testimonios "prestados 30 años más tarde y que llevaron a cabo un análisis superficial". La sala considera "formalmente ajustado a la realidad" el contenido de la autopsia, realizada en una comisaría en lugar de en el Instituto Anatómico Forense gracias a una orden judicial que los jueces consideran "coherente" con la ley. Los dos magistrados discrepantes justificaron su desacuerdo por la duda razonable que, a su juicio, introdujeron las declaraciones de los médicos y la ausencia de garantías del proceso que lo llevó al patíbulo. "Salvador Puig Antich no tuvo un proceso justo, lo cual no prejuzga la licitud de su conducta tanto en el plano jurídico e incluso en el ético", relata Juanes en su voto particular. "La primera declaración de Puig Antich fue prestada sin intervención de defensor tan sólo 72 horas después de haber recibido dos disparos", constata Calvo Cabello, que subraya que, durante el consejo de guerra, ni siquiera se hizo una prueba de balística. Rafael Espinosa, el médico forense que practicó la autopsia al cadáver del subinspector Francisco Anguas, muerto por varios disparos en el curso de la detención del militante anarquista Salvador Puig Antich en 1973, "no se encuentra capacitado para prestar declaración", según el informe médico encargado por el Tribunal Supremo.
La declaración del doctor Espinosa fue interesada por el abogado de las hermanas de Puig Antich a fin de confrontar la autopsia con los testimonios de los médicos que examinaron el cuerpo del subinspector, que han asegurado recientemente que estaba "cosido a balazos" y presentaba "al menos cinco impactos", cuando el acta de autopsia sólo mencionaba tres disparos. La defensa de la familia Puig Antich intenta que el Supremo autorice la revisión de la sentencia de muerte de Puig Antich ante la novedad que supondría que el policía hubiese muerto por disparos realizados por sus compañeros. La forense que ha examinado al doctor Espinosa, de 87 años, señala que presenta trastornos de memoria.
La fuerzas de seguridad y los servicios de inteligencia que operaban en los últimos años de la dictadura franquista acumularon decenas de informes relativos a las circunstancias que rodearon la detención, la investigación, el juicio y la ejecución del joven anarquista catalán, Salvador Puig Antich. Algunos de estos documentos, en poder de Crónica Global, plantean dudas sobre los hechos investigados y sobre el grado de participación y autoría de Puig Antich en la muerte del subinspector de policía Francisco Javier Angüas Barragán el 25 de septiembre de 1973.
Los archivos policiales, a los que también ha tenido acceso este medio, plantean dudas sobre las garantías procesales de la investigación y del juicio que se sigue contra Puig Antich, que tras ser condenado a pena capital el día 9 de enero del 1974, fue ejecutado el día 2 de marzo de aquel mismo año. Uno de esos informes que manejaron los servicios policiales de inteligencia, adscritos a la Jefatura Superior de Policía y a la justicia militar, enumeran toda una serie de posible irregularidades en el proceso judicial seguido contra el anarquista catalán. En uno de los documentos, que aparece bajo el título de “Informe técnico jurídico sobre los puntos irregulares más relevantes de la causa militar ordinaria 106/IV/73”, los servicios de inteligencia hacen un listado de “irregularidades” tanto “sumariales”, es decir, durante la tramitación de la causa, como “en el plenario”. En el punto A.4 de este informe y bajo el enunciado de “Denegación a la defensa de las pruebas” se constata que se habría producido una vulneración del derecho de defensa al no aceptar las pruebas de Puig Antich sobre la declaración en la vista de los doctores Pedro Munné Más, Ramón Barjau Vinyals y Joaquín Latorre Martí, “los tres médicos que por estar de guardia el día 25-09-73 vieron el cadáver del policía muerto y podían dictaminar bajo juramento si los disparos que tenía eran 5 (en su opinión) o 3 ( tal y como recoge la autopsia)”. El tribunal no aceptó su comparecencia, porque “eso retrasaría el proceso”.
Ese informe también constata que se negó a la defensa de Puig Antich una prueba procedente: “El informe pericial balístico de las distancias y trayectorias de los posibles tiradores”.
En el apartado 6 del punto A y bajo el epígrafe de “Denegación de la prueba” se explica, en el informe, que “dos inspectores de policía, entre ellos D. Julián Gil, –entonces jefe de la Brigada político-social de Barcelona–, entraron en el locutorio de abogados de la cárcel Modelo y coaccionaron a Salvador Puig Antich”.
En el punto 2º del apartado E se puede leer que “la sentencia olvidó anotar los culatazos que sufrió Puig Antich durante su detención”. Los informes policiales y sumariales inéditos, conocidos por Crónica Global, siembran dudas sobre el proceder tanto de policías como de jueces y fiscales. Por ejemplo, uno de los documentos corresponde con el “radio” que pocos minutos después de la muerte del policía Angüas Barragán emitió la Jefatura Superior a todas la unidades tanto de la policía como de la Guardia Civil y de la Capitanía Militar. El documento, bajo el epígrafe “ asesinato de un policía gubernativo”, decía así: “Aproximadamente a las 19 horas del día de hoy un grupo de funcionarios de la brigada social en número de seis que se hallaba apostado en los alrededores de la calle Gerona, número 70, esperando la presencia de un miembro del Grupo MIL –Movimiento Ibérico de Liberación–. Al aproximarse éste último, se acercó para proceder a su detención. Uno de dichos individuos, sacó un arma de fuego y disparó sobre uno de los inspectores, alcanzándole con cuatro disparos que le produjeron la muerte casi instantánea. Al intentar huir el agresor fue herido y detenido así como su compañero".
El inspector fallecido es D. Francisco Angüas Barragán. El autor de los disparos es Francisco Javier Garriga Paytuví y el otro detenido es Salvador Puig Antich”. Ese documento, quizá redactado con la urgencia y la tensión del momento, arroja dos elementos llamativos: hablan de cuatro disparos (no tres como decía la autopsia), tampoco de cinco (como declararon en primera instancia tres médicos del Hospital Clínico).
Y, por otro lado, sitúan a Garriga Paytuví como el autor de los disparos y no a Puig Antich, quien acabó pagando por ello con la pena capital.
En relación con las pruebas balísticas (o, mejor dicho, con la denegación), un informe que consta en el expediente policial de Puig Antich y que, aunque no tiene sello oficial, parece estar elaborado por los policías que analizaron el proceso judicial expone literalmente las dudas sobre la legalidad del sumario y habla de zonas oscuras: “Lo más oscuro del juicio es el peritaje balístico. La pistola de Puig –un nueve largo–, expulsa el casquillo tras el disparo. Puig declara haber disparado dos veces, tres a lo máximo, pero se hallan cuatro casquillos. Un bala se estrelló en la pared y el certificado de la autopsia dice que tres balas atravesaron al policía (saliendo incluso). Pero estas balas –reconoce ese escrito–, no han sido halladas. Los médicos de guardia y las enfermeras del Clínico testimoniaron que en el cuerpo del policía había cinco impactos, pero esta prueba ha sido denegada”. Este informe sin firma ni fecha, pero que consta en el expediente reservado policial sobre la ejecución de Puig Antich, hace referencia expresamente a la controvertida autopsia: no se hizo.
La autopsia que aparece en el sumario se realizó, según consta, en la comisaría del distrito de Universitat. “El lugar no parece el más adecuado. La denegación de todas estas pruebas en un juicio en el que se pide una pena de muerte no parece serio”, atestigua el mismo documento.
Parace cierto que Puig Antich fue ejecutado en forma de venganza por la muerte de Carrero Blanco. Era el 2 de marzo de 1974 y el franquismo pretendía dar una imagen de firmeza con la brutal ejecución tras un polémico juicio.
La pena capital provocó reacciones internacionales, pidiendo que no lo mataran, y sirvió como inspiración a artistas, músicos, dramaturgos y escritores, que glosaron la vida y la muerte de un joven que atracaba bancos para apoyar con el dinero obtenido al movimiento obrero. Cuenta atrás, una biografía del periodista Francesc Escribano, le serviría al cineasta Manuel Huerga para llevar al cine Salvador, encarnado por el actor Daniel Brühl (Goodbye Lenin). Con guion de Lluís Arcarazo, el filme (que cosechó varios premios, entre ellos el Goya 2007 al mejor texto adaptado) supuso un alegato contra la pena de muerte.
Lluís Llach, que compuso "I si canto trist" tras la muerte de Antich, es el responsable de la banda sonora. El cantautor catalán, que ya había abordado en sus letras otros desmanes del franquismo, quiso así reivindicar la figura del anarquista barcelonés. "La muerte de Puig Antich es una de las situaciones que me dejaron más insatisfecho y sin respuestas", confesó Llach. Una muerte vil, premeditada y alevosa.
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