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vendredi 9 décembre 2016

LA MUERTE DE LOS OTROS

Soy Francés, por lo que ruego me disculpen las posibles faltas de ortografía o de expresiones.

Es cierto que solamente podemos hablar de la muerte de los otros. Nuestra muerte, los sentimientos que nos animan en este último momento, no le podemos comunicar.

Lo que pasa es que la muerte de un ser querido es una dolor inmensa por los que quedan.


De hecho, mi propia muerte no me preocupa mucho. Y no debe preocupar a nadie, porque solo hay tres opciones en mi opinión :

  • Si soy creyente, o a lo menos cristiano, la muerte es una alegría, porque voy a ver la Luz.
  • Si creo, por razones no religiosas, en la inmortalidad del alma, pasa igual.
  • Si no soy creyente y si no creo en la inmortalidad del alma, no pasa nada. Como lo ha dicho Lúcrese la muerte es un sueño tranquilo, pacifico, sin dolor, sin deseos y sin pesares.


 He vivido de muy cerca, hasta ahora, cuatro muertes : mi padre, mi madre, un hermano y mi mujer. Es mucho, porque he querido, aunque sea de forma diferente, cada uno de ellos.

Es con mi padre que las cosas fueron lo más “normal”. Quiero decir que sabíamos (sus tres hijos) que moriría aquel noche. Estábamos alrededor de su cama, escuchándole respirar tranquilamente pero con una frecuencia cada vez más lento.  Hubo un momento en que despertó y, mirándonos, nos a gratificado de una sonrisa y de un signo de adiós con la mano. Cinco minutos después se fue ¡Momento terrible! Se fue con una sonrisa y un saludo afectuoso. No sé exactamente lo que pensaba de su muerte inminente. Era católico pero había cortado todos los enlaces con su Iglesia, porque fue excomulgado cuando se había casado con una mujer protestante. Lo significante en esta muerte, aparte de un dolor inmenso, fue el hecho de este conocimiento último de la  muerte que le esperaba y la tranquilidad total que se notaba en su cara.

Con mi madre, las cosas fueron diferentes. Estaba en un coma profundo desde algunos días. Cuando vine al hospital he quedado 72 horas, con un hermano mío, a su cabecera, sin dormir, sin comer ¡Son largas 72 horas, frente a la cara de una madre inconsciente! Al final, necesitaba dormir un poquito y ha venido my otro hermano. Fui en casa suya y cinco minutos después, el teléfono me aprendí que nuestra madre había fallecido. Después, siempre he pensado que quería morir con este hermano que ha venido mas tarde y que le está esperando.

Casi lo mismo ha pasado con uno de mi hermano. He pasado parte de la tarde a su cabecera y es cuando me fui y que ha venido su hijo que falleció. En estos dos casos, mi madre y mi hermano, me parece que han esperado alguien para morir, aunque los dos estaban en un coma que parecía profundo.

De la muerte de mi mujer, no quiero hablar mucho porque es una herida todavía abierta. Pero las cosas fueron muy diferentes. He pasado 6 semanas en su habitación del hospital durmiendo en un sillón. Le he visto esperar, desesperarse, a veces reír, muchas veces llorar. Y yo también. Jamás olvidare estas 6 semanas que fueron un imperativo categórico, y un imperativo de amor. El único pesar que tengo es que cuando fallecí, estaba a 50 cm de ella, pero no la vi morir porque, por casualidad buscaba algo en una armario. Es una amiga que me ha dicho “Patrick, ya esta”. 

Así se van los seres humanos. Queda el sufrimiento de los otros. ¡Que todos descansen en paz! 

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