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mercredi 23 novembre 2016

NOTA DE LECTURA N° 20 / NOTE DE LECTURE N° 20 : "LA MUERTE: UN AMANECER", Elizabeth Kübler-Ross, ed. Luciérnaga, 1989.

Empiezo como siempre cuando escribo en español. Tengo que pedir la indulgencia del lector porque soy francés y, por supuesto, habrá faltas de gramática y de vocabulario en este texto. ¡Gracias!

Quiero hablar aquí de un libro de Elisabeth Kübler-Ross : “La muerte: un amanecer” (ediciones Luciernaga, 1989).
Elizabeth Kübler-Ross ( 1926-2004) estudio medicina y psiquiatría y se especializo en estudios sobre la muerte y los cuidados paliativos. Ha trabajado durante más de veinticinco años en las secciones de enfermos terminales de varios hospitales de Estados Unidos.




Por Elizabeth, la muerte es un pasaje hacia otra forma de vida, una experiencia casi idéntica a la del nacimiento; el paso a un nuevo estado de conciencia.

Hay varias cosas notables en este libro.

  • La primera es el tema general: morir es nacer en otra forma de vida. Eso parece evidente a un cristiano si es realmente y sinceramente cristiano. Pero Elizabeth  no se sitúa, o no únicamente, en esta posición. 
  • La segunda cosa a destacar en estas reflexiones es que la autora no es una persona loca o visionara sino una científica con toda la razón y el conocimiento que necesita esta profesión y con veintiocho títulos honoris causa en su haber.
  • La tercera cosa es que no se trata en este libro de teorías pero de la experiencia de alguien que ha pasado más de veinte años acompañando en el momento de la muerte a miles de personas.
  • Por fin hay que destacar que lo que nos da este libro es el concepto de un amor intransigente, total, sin ninguna exclusión ni exclusividad. Un concepto tan raro y tan alejado de lo que conocemos en nuestra vida cuotidiana que es cuasi transcendental. 


Elizabeth. distingue tres etapas en la muerte:

  • La primera es la muerte física y, dice, “es idéntica al abandono del capullo de muerte por la mariposa […] Desde el momento en que el capullo de seda se deteriora irreversiblemente, […] va a liberar a la mariposa, es decir a vuestra alma”.
  • En la segunda etapa el capullo de sede ha dejado de cumplir sus funciones. Se pierde la energía física,  viene la segunda energía que el hombre puede manipular: la energía psíquica. Pero, por la autora, esta energía psíquica no es una abstracción sin funciones ni percepciones. En esta segunda etapa “el muerto” no es realmente muerto y recibe inmediatamente todas las noticias de lo que ocurre alrededor de su cama o del lugar del accidente o suicidio. Es claro que Elizabeth ha encontrado muchos escépticos; pero ella sostiene, con pruebas experimentales, que el “muerto” recibe sensaciones extra corporales. Una consecuencia es que “nadie puede morir solo”. De hecho, morir solo significa morir alejado de los otros que queremos, que sea en el tiempo o en el espacio (o los dos). Pero “tiempo” y “espacio” son cosas que solo pertenecen a la vida, son “nociones terrenales”. Por Elizabeth, la segunda etapa significa encontrar a todos lo que hemos querido, que sean lejos o cerca, que sea o no en el momento presente.
  • La tercera etapa, es un pasaje hacia otra forma de vida, una fase de transición “totalmente marcada por factores culturales terrestres”. Dice la autora: “Como yo soy de origen suizo, pude atravesar una cima alpina llena de flores silvestres. Cada uno tiene el espacio celestial que se imagina, y para mi evidentemente, el cielo es Suiza, con sus montañas y flores silvestres”.

Después de la tercera etapa, se encuentra una luz de una claridad absoluta y es como un cordón umbilical que se rompe. Ya no es posible de regresar. “Frente a esta luz, os dais cuenta por primera vez de lo que el hombre hubiera podido ser. Vivís la comprensión sin juicio, vivís un amor incondicional, indescriptible. Y en eta presencia, que muchos llaman Cristo o Dios, Amor o Luz, os dais cuenta de que toda vuestra vida aquí abajo no es más que una escuela en la que debéis aprender ciertas cosas y pasar ciertos exámenes”.

De todo eso resulta, nos dice Elisabeth Kübler-Ross, que la muerte no existe. Decir eso no es una palabra facil, porque la brevedad de lo que llamamos “vida” es un hecho concreto que todos hemos verificado. El problema, precisamente es saber lo que llamamos la vida. 0 utilizamos la palabra en el sentido de “contrario de la muerte”, o la utilizamos en el sentido de una nueva etapa  de la situación del ser humano, no totalmente desconectada de la vida terrenal. En esta ultima acepción se puede decir que la muerte no existe. Lo que existe es el fin de un periodo transitorio y obligatorio en la cual el hombre gasta su energía física y entra en un nuevo estado animado y alimentado por su energía psíquica.

Es muy claro que esta transición entre un estado físico y un estado psíquica no es algo que se puede entender sin escepticismo, salvo, a lo menos, por los cristianos y los musulmanes (aunque en este último caso el concepto no es lo mismo. Por el musulmana, de lo que sé, no se trata de contemplación de Luz en un estado de felicidad absoluto).

Frente a este escepticismo hay dos opciones :
  • Negar lo todo , diciéndonos que Elizabeth tiene tanto deseo de quedar con los miles de moribundos que ha querido que ella deja su imaginación vagando.
  • Aceptarlo, diciéndonos que hay tantas cosas que no conocemos y que no hemos experimentado, que hay ninguno motivo de negar eso.

Además, mucha gente que no son médicos , han experimentado “algo especial” cuando están acompañado alguien que quita su vida terrenal y particularmente la vista de seres queridos. ¿Qué se trata de alucinaciones? Puede ser ¡Pero hay tantos testimonios!

Y sobre todo, hay unos (muchos) que fueron a la umbral de la muerte y que, después de volver a la vida que conocemos, han hablado de una experiencia única y maravillosa cambiado totalmente su percepción de esta vida terrenal.

Dice Elizabeth : “Muchos de mi colegas piensan que este estado se explica por una proyección de deseos, lo que parece lógico. [Pero] la mitad de los casos de experiencias en el umbral de la muerte que hemos encontrado son el resultado de accidentes brutales, e, inesperados, en los que las personas no podían prever lo que les iba a suceder. […] Citaré el [caso] de unos de nuestros enfermeros que perdió sus dos piernas a consecuencia de un accidente en el que fue atropelladlo y el conductor se dio la fuga. Mientras se encontraba fuera de su cuerpo físico incluso vio una de sus piernas en el suelo, y fue perfectamente consciente de encontrarse en un cuerpo etéreo abisalmente perfecto y tener sus dos piernas. No podemos suponer que este hombre sabía de antemano que perdería las dos piernas y que su visión era solo la proyección del deseo de andar de nuevo”.
De mayor importancia, por Elizabeth, es la presencia  de “seres que les rodean, les guían y les ayudan en el momento de su salida del cuerpo. Los niños pequeños les llaman con frecuencia “compañeros de viaje”. Las iglesias les han llamado “ángeles de la guardia”, mientras que la mayoría de los investigadores les llaman “guías espirituales””.

Al final, hay que tener en cuento lo que decía al principio de este articulo : Elizabeth es una científica. No puede aceptar sin pruebas cosas tan extrañas. Entonces, observando que miles de hombres tenían la misma “alucinación” en el momento de su muerte, parte de su trabajo fue de elaborar procesos experimentales para alejar las dudas. Y por eso, dice “ la mejor manera de estudiar este problema era sentarnos a la cabecera de la cama de niños moribundos después de accidentes familiares”.

Entonces, para tener experiencias místicas, no hay que sentarse a los pies de un gurú en la India. Solo hay que liberarnos de todo lo que impide la tranquilidad y la armonía : la ira, el miedo. Debemos aprender a aceptar nuestro proprio cuerpo físico, expresar nuestros sentimientos libremente “sin tener miedo de que se rían de nosotros cuando lloramos”.

Pero lo más importante es aprender a amar incondicionalmente. No hay que decir “Te quiero si …”. El “si”  impide desarrollar nuestro sentido del amor o nuestro sentido de la autoestima.

Y así resume Magda Catala el espíritu del libro de Elizabeth Kübler-Ross, en el prologo :

Busque a mi alma; a mi alma no la pude ver.
Busque a mi Dios; mi Dios me eludió,
Busqué a mi hermano y encontré los tres.









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